(Nota de las editoras: Este artículo fue traducido por Ximena Catepillán con la ayuda de Samuel Navarro. To access the original English version, click here. Este artículo fue publicado originalmente en Convergence en marzo de 2007. Nos complace "reimprimirlo" en Loci: Convergence en 2012.)
John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood llevaron los antiguos Maya a la atención mundial en 1841 con sus volúmenes ilustrados titulados Incidents of Travels in Central America, Chiapas and Yucatan.
Figura 1. Ciudad Maya de Labna de Catherwood's Views of Ancient Monuments in Central America (1844).
Sin embargo, después de algún tiempo, gran parte de esta civilización perdida permaneció envuelta en misterio. El sacerdote franciscano colonial español, Fray Diego de Landa, estuvo muy cerca de aniquilar la civilización en un esfuerzo por eliminar las prácticas que consideraba recaídas en el paganismo. Quemó todos los libros Mayas que pudo encontrar. Solo cuatro de los registros escritos de la herencia maya sobrevivieron a las llamas del infame auto da fe de 1562 de Landa. Para expiar, de Landa publicó Relación de las cosas de Yucatán en 1566, reconstruyendo todo lo que pudo de la herencia perdida. Irónicamente, esa fuente, escrita en español, fue clave para descifrar los glifos Mayas en años posteriores.
Figura 2. (Fray Diego) de Landa, Palacio de Gobierno, Mérida, México. Wikimedia Commons.